y sus lecciones eran una conversación.
Era comedido en sus ademanes, de voz suave y acompasada, y en tanto que sus ojos brillaban alumbrados con la luz de la inteligencia, su boca riente y a ratos burlona, daba nuevo realce, por su gracia, al natural influjo de la verdad. El era en su filosofia como el hombre de bien en su sala, que recibe a los visitantes con urbanidad y gusto exquisitos. Yo afirmo que este retrato nada tiene de exagerado, nos da a conocer al profesor de filosofía francesa en esos tiempos tal como nos agradaría verlo hoy en la Sorbona y en el colegio de Francia, en donde aún no se han perdido sus tradiciones, y tal como vos le habríais continuado (el selecto auditorio que nos rodea está pronto a confirmar mi dicho) si se os hubiese reservado la cátedra pública.
Maine de Biran tenía más fuerza, pero era tan tenebroso que no es esta buena ocasión para citar algunas de sus sentencias, y es de sentirse, porque vos, señor, rayáis con el verdadero estilo cómico, cuando sin dejar de ser filósofo 223 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.