nas para que sobre ellas profetizasen. qué pensaremos que hubieran conjeturado? Talvez que las letras fuertes se suavizarían, que se perderían las finales, que aquellos vocablos mismos caerían en olvido y desuetud, y serían reem.
plazados por vocablos nuevos. Nada más: la sabiduría antigua, aunque no tan ocasionada como cierta política moderna, a equivocar la virtud con la fuerza, no adivinó, ni tenía que adivinar, que el principio vital de las palabras no reside en las letras más resonantes, sino en el acento, elemento musical y enfático, y centro inmaterial en cierto modo, que con fuerza de cohesión agrupa las sílabas yuxtapuestas; forma sus.
tancial y alma, digámoslo así, de cada palabra. Qué mucho que los antiguos no columbrasen fenómeno semejante, si modernamente, al mismo tiempo que la lengua francesa, desmoronadas muchas voces latinas polisílabas y reducidas en ella a una sola sílaba sonora, a la sílaba tradicionalmente acentuada, da vivo testimonio de la supervivencia del espíritu en las palabras, el pueblo que habla aquella lengua es cabalmente el de oído más indócil para percibir 198 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.