No hay espectáculo más digno de estudiarse, ni recientemente, por dicha, más estudiado, que el del nacimiento y formación de las lenguas romances en los siglos medios, y de la estructura que presentan ya en los albores de la edad moderna. Empieza insensiblemente el latín a multiplicarse en dialectos, al modo que un organismo se descompone y transforma en nuevos organismos homogéneos. Tal proceso es obra natural, espontánea y casi exclusiva del uso, o en otros términos, no es la literatura, no la filosofía, sino un vulgo ignorante e ignorado, el autor de fenómeno tan curioso. Mas la curiosidad que éste despierta se convierte en sorpresa, en lección provechosa, cuando examinando la ciencia transformaciones semejantes, descubre y reconoce que si no fueron científicas, sabias sí, cuando en los rumbos que seguía aquel vulgo que transformó el latín, se manifiestan, aunque ocultas entonces, claras hoy a la luz que ella esparce, leyes seguras y constantes.
El toscano, el castellano, el francés, todas las lenguas romances, son, y lo eran ya siglos atrás, sistemas regulares 196 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica