una clase gobernante hereditaria. Los exponentes más radicales de esta doctrina no han vacilado en calificarse a sí propios apóstoles de la destrucción universal, como lo hizo Bakunine hace cincuenta años.
El partido socialista se opone particularmente a los tribunales de justicia, y la razón es fácil de comprender. Bajo el sistema de los Estados Unidos las cortes se han instituído para proteger la libertad civil contra la pasión, contra los desórdenes del populacho y contra asunción indebida de poder por las autoridades y agentes públicos. Todo esto es perfectamente desagradable para el socialista ortodoxo. Pretende imponer la supremacía de la fuerza sobre la libertad civil y destruirla sustituyéndola por un despotismo de su propia hechura. Los tribunales de justicia representan un obstáculo en su camino.
Los socialistas ortodoxos son internacionalistas de clase peculiar. En realidad no son internacionalistas sino más.
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