por ella. Cuando Nelson estaba cerca de la agonía, abordo del buque en que flameaba su insignia de almirante, fueron sus postreras palabras: He cumplido mi deber; gracias a Dios por ello. Ese sentimiento, hecho de sencillez y abnegada devoción por la patria, dictó también a Brooke y a McCrae las estrofas que no hay inglés que no ame, ni extraño que no admire. Son be.
llas por la forma, pero más bellas aún por lo exquisito del pensamiento, por el espíritu de sacrificio libremente aceptado que se rezuma a través de ellas y por la fe en la grandeza e indestructibilidad de la patria que transparentan. Ni McCrae ni Brooke lanzan una queja contra el Destino, que los siega antes de tiempo; el por qué morir prematuramente, no asoma siquiera en sus poemas. Los muertos de McCrae no piden a sus compañeros de armas que los recuerden; les piden que lleven adelante la hazaña comenzada; que la antorcha patriótica, que pasa de las manos moribundas a las manos vigorosas de los que quedan, llamee siempre en alto, a pleno viento, mientras el triunfo no se alcance. Si eso hacen los vivos, dormirán 107 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.