dada a los que confían más en las deci.
siones de la fuerza que en las del derecho. Después de haber conquistado a Inglaterra y ceñido su corona, este hombre de hierro muere declarando que no se atreve a legar su reino a nadie, como lega el ducado de Normandía, herencia de su padre, a su hijo Roberto.
En cuanto a la corona, conquista de su espada al precio de tanta sangre derramada, la entrega a los juicios de Dios. Dios que lo había humillado en la agonía, lo humilló hasta. la tuniba. Ro.
bado, despojado por los suyos, tirado por el suelo, medio desnudo, debió a la caridad de an extraño el gasto de recogerlo y el pago del ataúd, del cual hubiera carecido, ese poseedor de tantas riquezas, sin la limosna de una alma caritativa. Las llamas de las ciudades incendiadas a su paso fueron sus cirios funerales, y para sepultar el cadáver del soberano absoluto de dos reinos, no hubo un rincón de tierra disponible.
Por último, el ataúd vino pequeño a la corpulencia del difunto. Lo forzaron, y reventó el cadáver. En vano se prodigó a torrentes el humo del incienso, 104 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.