el vestido de pobres y ricos más a la moda. Hubo inmigración, surgieron nuevas industrias, vinieron libros y maestros, artes y ciencias, y las luces del siglo XIX, por fin, disiparon las tinieblas de la noche secular del coloniaje. En verdad, aquella fué una era de progreso, de progreso firme, prudente y perdurable; lo que allí brillaba, brillaba por ser oro. Al compás de tales mudanzas comenzaron a modificarse las costumbres nacionales; pero como por leyes sociológicas inmutables esos cambios se verifican sin solución de continuidad ni subitáneos saltos, las costumbres de aquel período reflejaron a un tiempo mismo la apacible sencillez de la colonia y la moderna cultura de la República. Por eso los veinte años referidos constituyen la edad de oro de las costumbres costarricenses. Este pueblo, amaestrado en la escuela de trescientos años de indigencia, ha venido en el transcurso de este siglo aguzando cada vez más su ingenio y conformando sus costumbres para la adquisición del dinero. Se volvió codicioso, y ya se sabe que el avariento donde tiene el tesoro tiene el entendimiento. El 59 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y juventud, Costa Rica.