por ventura el sentido que tiene en latín la palabra usus, y especialmente el que solía darle Horacio. Se ha confrontado la precitada sentencia con otros lugares parale.
los del mismo poeta para fijar la mente del preceptista, como lo exigen las más triviales reglas de crítica literaria? Me atrevo a asegurar que errará quien presuma exponer la doctrina de Horacio apoyándose en el sentido literal de este verso destacado y escueto.
Era Horacio amantísimo de los libros viejos; dedicarse sabrosamente a su leyen.
da, lejos del ruido de la corte, en apacible quinta, era su susño dorado; pero al mismo tiempo que a los antiguos escritores de su patria tributaba el elogio merecido, hacía gala de haber abierto rumbos nuevos en literatura, apodaba de servil rebaño a aquellos imitadores, que negaban a los autores contemporáneos el derecho de apar.
tarse un punto del rastro que dejaron sus El, haber tenido Horacio inillares de lectores directos, en todos los tiempos, no ha impedido que su autoridad haya sido constante.
mente invccada al revés en enciclopedias populares y en muchas obras serias de distinta indole. Qué me ha de sorprender, pues, la desfiguración de Epicuro y la de otros filósofos, como Sócrates, cuyas doctrinas originales no podenios ya conocer sino muy fragmentariamente. quién hemos de creer, cuando no podamos informarnos personalmente, a un Gassendio a un Cicerón; a un Fenelon o aun Carlyle?
Lo que me sorprende es que haya quien se obstine en atacar a un autor que le es directamente desconocido.
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