cuya luminosa huella no alcanzarán a borrar de las páginas de nuestra historia sus necesarios errores, por graves que hayan sido algunas veces. Participe del desaliento y de los desvíos de las horas de decadencia, acaso por el efecto poco visible en un principio de la dolencia que cortó el hilo de su vida, baja al sepulcro seguido de sinceras y abundantes lágrimas. Una pesada losa caerá en breve sobre su ataúd, y la mano sombría del sepulturero levantará una muralla eterna entre su corporal forma y los que le sobreviven. Inmóviles y consternados, como los que en la orilla del piélago contemplan la dolorc sa escena de un naufragio, nosotros veremos desapare.
cer su cadáver en la helada noche de la tumba. El nos deja, sin embargo, parte del espíritu, que hizo resplandecer, cual una aureola, su vigorosa cabeza en la épo.
ca principal de su perseverante labor política; cuando elocuente abogaba por la li.
bertad en todas sus bellas nianifestaciones, considerándola el único eficaz remedio de las enfermedades sociales; cuando hizo romper las cadenas de los esclavos, no con la espada ni transitoriamente, sino para siempre y con su palabra sola, que de súbito se volvió fulminante como el rayo, contrarse calentada por el fuego de una al en29 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.