Que esto haga el vulgo, es natural y se comprende sin esfuerzo; pero las mismas excusas por ningún caso son aplicables a los literatos y eruditos, que investigando y descubriendo las leyes del lenguaje, no sólo le manejan por mero instinto de imitación, sino que le cultivan con arte, como un instrumento cuya forma y fines científicamente conocen.
Los filósofos que soñaron con la creación de una lengua universal no sólo dieron por sentado, implícitamente, que el uso no es norma del lenguaje, sino que desechando todo punto de apoyo no tomaron lengua alguna, entre las usadas, por base de su fábrica convencional. Filólogos modernos que con apasionada predilección conside.
ran la facultad de hablar como la única que distingue y ennoblece al hombre sobre todas las criaturas, conceden en cierto modo, por este hecho, a la ciencia del lenguaje la primacía entre todas las especulaciones antropológicas. cómo había de elevarse el estudio de las lenguas a la categoría de ciencia, y entre ciencias excelentísima, si el lenguaje no reconociese más norma que el uso, arbitrario a las veces y siempre variable? Sin duda que aquellos fantásticos y ya extinguidos proyectos de una lengua universal, así como este moderno empeño Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica