me había impuesto. Frente a mí tenía tra.
zada la ruta hacia la cual me dirigía y esto bastaba para darme el valor de seguir marchando. Cuántas veces por la mañana me he sentado ante mi mesa con la cabeza trastornada y la boca amarga, torturado por algún dolor físico o moral! cada vez, a pesar de la protesta de mi sufrimiento, la tarea me ha servido de alivio.
El trabajo. Considerad que es la única ley del mundo; el regulador que orienta la materia organizada hacia su fin desconocido. La vida no tiene otro significado, ni otra razón de ser: nosotros no aparecemos sino para aportar nuestra suma de labor y desaparecer. Creo que este régimen aplaca hasta a los más torturados.
No ignoro que existen espíritus a quienes atormenta el infinito, que sufren el mal del misterio. Es a ellos a quienes me dirijo fraternalmente, aconsejándoles que ocupen su existencia en alguna labor enorme, aun cuando su resultado final haya de permanecer ignorado.
Es evidente que todo esto no contribuye a resolver ningún problema metafísico; sólo constituye un medio empírico de vivir la vida de una manera honrada y quizá tranquila; pero. acaso no es nada 482 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.