a la nación consciente de su genio y de su tradición y de la necesidad de defenderlos y de imponerlos en la civilización mundial; la política religiosa, con la concepción positiva y activa de la soberanía del Estado, abandonando el agnóstico desinterés del viejo doctrinarismo liberal, debe reconstruir la unidad espiritual de la nación para transformarla en fuerza de cohesión in.
terna y de expansión externa, misión esencial para Italia, puesto que salvado de hecho el entredicho ya histórico, entre el Estado y la Iglesia, no puede ni debe olvidar ni descuidar la posición privilegiada que le deriva por ser italiana en los órganos, en el espíritu, en las tradiciones, la iglesia católica, es decir, la institución que goza aún del mayor prestigio universal y de la mayor universal fuerza de expansión.
Todo este conjunto debe constituir las diversas facetas o mejor dicho, los diversos momentos de la organización nacional en la lucha por la conquista del mundo.
Sin embargo, todo solicita a Italia al cumplimiento de su misión imperial: la tradición de Roma, de Venecia y de Génova; el genio político de la raza que la ha hecho siempre maestra en el arte de gobernar a los pueblos; la situación geográfica que la une a la Europa continental, mien434 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.