Y precisamente esta noción de la producción natural del alcohol hace compren.
der al biólogo los incalculables daños de los excesos alcohólicos.
Si el final del siglo XIX pudo ser llamado la edad de los ebrios, el comienzo del siglo XX debe con más justicia ser denominado la edad de los sifilíticos.
La campaña contra la sífilis en particular y contra las enfermedades venéreas en general, reclama hoy los principales esfuerzos. En el individuo, un mes de sífilis causa más estragos que un año de alcoho.
lismo. en la sociedad, un sifilítico propaga más desgracias que un ciento de alcoholizados. Ahora agréguese que el número de sifilíticos de nuestros campos y ciudades es ya mayor que el de los alcoholizados, y se comprenderá que no hay exageración en sostener que la campaña antisifilítica es de mayor importancia que todas las otras campañas higiénicas juntas. Tan lo creo así, que si ayudo en este momento a un grupo de antialcoholistas religiosos, es precisamente porque pienso que el alcoholismo prepara en parte el terreno propicio a la sífilis. Para mí, la campaña antialcohóli.
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