Ellos empiezan a temblar de pavor quince días antes de comparecer ante la comisión examinadora. Cada profesor universitario se les presenta en su imaginación como un ogro dispuesto a devorarlos.
Sería interesante averiguar quien fué el inventor de los exámenes anuales, para en tregar su nombre a la execración del cuerpo estudiantil. Ha debido ser uno de aqueIlos hombres que nacen para hacer el mal y que se gozan con el sufrimiento de sus semejantes. Si creyó en la eficacia de los exámenes solemnes, dió pruebas de una gran ignorancia.
De mayor importancia todavía sería conocer al autor de los actuales planes de estudios secundarios. Ni remotamente se ha tenido en cuenta proporcionar a los estu.
diantes conocimientos útiles; sólo se ha procurado darles nociones de todo el saber humano, para que se formen en su imaginación la más espantosa ensalada.
Ello sería tolerable todavía si hubiéramos de suponer a todos los profesores dotados de un espíritu ecuánime y ajenos a las pasiones bastardas. Desgraciadamente no ocurre así. El éxito de un examen depende de la buena o mala voluntad que abrigue el profesor para con el alumno. Depende también del humor bueno o malo de 340 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.