que los caprichos perturban la serenidad del ánimo llevándonos por el camino fatal del descenso al precipicio.
Ayer padecimos los inconvenientes de la arbitrariedad manejada por un Presidente que desenvainó en algunas ocasiones la espada contrariando la leyenda que los sables toledanos a manera de consejo tienen para quienes los manejan: No me saques sin razón. Hoy, un dictador amable en su trato personal, correcto en el ejercicio de su profesión, apela a la arbitrariedad, no empuñando el arma que no conoce, sino la pluma, la cual ocasiona más graves heridas que todas las armas, así aquellas con que los antiguos lucharon, como esas que relampaguean en los campos de bata.
lla en nuestros días. El Jefe de Estado de ayer, no tuvo a su favor la voluntad del pueblo, y por eso, algunos de sus actos a.
margo pago recibieron. El actual sí disfruta de aquella ventaja, lo que le permite eludir por el momento la sanción con que la verdadera justicia castiga todo lo que no es correcto, lo que viola las leyes y los principios.
Benjamin Constant, hablando de los de.
beres del gobierno en las reacciones contra los hombres, dice: Es necesario que se 336 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.