Los sucesos de estos últimos años nos han enseñado cuán poco tenemos de común con las demás naciones y han estrechado los lazos que nos unen con un pueblo hermano con el cual deberíamos estar solos en el mundo. Por más que los ingleses estemos ligados en política con una u otra nación continental, por más simpatía o admiración y confianza que nos merezcan las distintas razas con las que nuestra posición geográfica nos pone en relación, conocemos que entre ellas y nosotros existe un abismo. No hay exageración en afirmar que en maneras, pensamientos, tendencias y aspiraciones, hay menos diferencia entre Lisboa y Viena, que entre los habitantes de Kent y los de Picardía, cada una de cuyas poblaciones puede ver de noche las luces encendidas en el puerto de la otra. Sabemos que ni los españoles, ni ningún otro pueblo continental, son capaces de resistir la energía ni el espíritu emprendedor de la raza anglo sajona.
Suponer que un puñado de españoles, de mestizos, pueda detener a los americanos, es creer que las leyes de la naturaleza pueden plegarse a los mandatos de la política 263 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.