mismo señor Acosta, como buen costarri.
cense que es, tiene que sentirse humillado, por vencer sin competidor.
Hace años oí referir a don Ezequiel Gutiérrez una anécdota, que repito porque viene a cuento. Era él Encargado de Negocios en Washington, allá por el año de 1865; y en una de las visitas de estilo a la Secretaría de Estado, informó a Mr. Se.
ward del resultado de las elecciones habi.
das en Costa Rica, ese año; y como el Secretario de Estado cyera que el Doctor Castro había salido electo por unanimidad, dijo al señor Gutiérrez: Le pido su venia para expresarle que no lo felicito por lo que me noticia; esas elecciones no pueden haber sido tales, en una república, por eminente que sea un hombre público, por lleno de prestigios que esté, no es dable que satisfaga las aspiraciones de todos los ciudadanos y que recoja todos los sufragios. Señor Gutiérrez, en su país no hay todavía república. Cincuenta y tres años más tarde, habría podido, con igual fundamento, repetir Mr. Seward sus crueles palabras. el Diario de Costa Rica Generalmente pudiera aplicarse al rumor de las conversaciones mundanas el proverbio persa: Oigo el ruido del molino, pero no veo la harina.
MADAME SWETCHINE 255 Este documento propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.