hecho un tipo a la vez ridículo y despreciable; cómo en Suiza, que vive del extran.
jero, se insulta rabiosamente al extranjero, después de desplunarlo a conciencia; cómo esto no es únicamente en todos esos países obra de un instinto de las masas, pues los hombres más ilustres bajan a vulgarísimos improperios de rabanera, y así Le Bon, nada menos que en una obra llamada Psicología de los Pueblos, desconociendo con la más vergonzosa ignorancia el asunto que trata, pero conducido infaliblemente por su perversa intención, cita a la pobla ción caucásica de Buenos Aires como prueba de los horrores que resultan del mestizaje.
El odio colectivo puede quedar frecuentemente atenuado y no producir efectos, como en el caso de Suiza y de París que odian y reciben la propina. Pero también hay casos, y es el que nos importa, en que el odio de grupos extraños se fomenta y se utiliza para fines de otro orden. Sobre todo, el odio entre superiores e inferiores, entre civilizados y bárbaros, como el odio entre civilizados y salvajes, ha servido de cauce para empresas de dominación o de exterminio. Entre un europeo o norteamericano, por una parte, o un asiático o iberoamericano, por otra, se establecen dos 278 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.