tes, a reconocer la emancipación de di.
chas naciones.
En medio de los triunfos que acompañaron en las provincias del Sur a las armas colombianas, triunfos que tanto lisonjearon nuestro orgullo, un hecho, justísimo en su esencia, trascendental en sus fines, aunque tardo en su consumación, vino a rebosar la medida de las esperanzas y de las complacencias patrióticas. Hablamos del reconocimiento de nuestra independencia sancionado por el Congreso de los Estados Unidos de la América del Norte.
En otro de los capítulos anteriores vimos que, no obstante los avances que Henry Clay hiciera en 1820 para alcan.
zar tal objeto, el reconocimiento quedó diferido. Propúsolo ahora el presidente James Monroe (8 de Marzo de 1822) ba.
jo el ministerio del hábil político y hom.
bre de Estado John Quincy Adams, quien hasta entonces lo había resistido, y parece que fué como arrastrado al acierto por circunstancias de la politica internacional. 1) Life of Adams by Seward, 129.
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