Anarchism

dos. no sólo al artista, también al público hay que calentarlo. Nadie ignora cómo se contagian las pasiones o se adicionan las emociones. Lo que no se pega es la inteligencia. No se debe, pues, suprimir la claque. Esta es, al menos, la respetable opinión de la mayoría. El desacuerdo gordo y las desavenencias surgen al resolver el punto de la situación. Si se concentran los alabarderos en un solo lugar, el público los señala pronto y, en vez de entusiasmarse, se irrita contra la empresa: que es muy humano también esto de que provoque siempre enojo o indignación el aplanso contratado. Si se reparten los alabarderos mezelándose bien con los espectadores, corre la empresa el riesgo de que sus empleados se enreden o anarquicen y aplaudan a destiempo o echen a perder la función. De ello hemos visto muchísimos ejemplos en nuestro teatro nacional.
Pues bien, llego a lo curioso. Como ahora se ensaya por todas partes la desandadura de la his.
toria, dicen que va a probarse otra vez el sistema más primitivo: el de la claque colocada a la par de los artistas, en el propio escenario, Veremos qué dice la gente.
Sí, niño: ante todo la libertad. Pero la libertad en la Justicia o en el Derecho, que es lo mismo.
Lo otro, los saqueos en San José y en Puntarenas; el recibimiento hecho en Cartago al grupo de ciudadanos que iba a visitar al más ilustre de los cartagineses por enormes que sean sus errores polí.
ticos, veniales si se les compara a los del Sr. Gon.
zález Flores. el asalto del tren en que iba un di plomático; los golpes llovidos a mi vista sobre un pobre hombre que no quiere gritar. Viva Acosta. golpes más inicuos que los asestados ayer por opuesto motivo; lo otro, digo, recibe otros nom164 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.