conquista nuestra admiración como símbolo de esas virtudes convertidas en su profesión habitual. El representa para nosotros la fuerza humanizada por la sujeción al deber, por el desinterés, por el culto de la felicidad de todos. Emancipadlo de esos frenos; suprimid en el la generosidad; volvedlo al campo de los instintos feroces, y el valor deja de ser la fuerza animada por la conciencia para ser la brutalidad de la fuerza armada.
La intrepidez para dar la muerte o afrontarla, todo es valor. Pero entre ralor y valor, entre morir o matar ¿cuál será el valor humano? El valor de matar es el valor del bruto, del loco, del criminal. El de morir, el del soldado y también el del misionero, el del juez y el del togado.
No sabemos en qué balanza podrían averiguarse para compararlos entre sí, los quilates del valor del soldado, del valor del hombre de la verdad y del valor del hombre de la ley. Unos preconizarán el del amor a la patria, otros el de la ciencia o la santidad, aquellos el de la justicia. Todos tienen una divina afinidad común: la voluntaria inmolación del hombre por su raza, por su fe o por su ideal. Esto es lo que quita su 19 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.