na en el ánimo juvenil los cimientos de la vida moral; y en segundo lugar, priva a la juventud del poderoso resorte de la imitación de los mejores, y le hace perder una parte de la herencia moral sobre que debía fundar sus progresos.
La irreverencia a los ancianos es injusta; pues la generación que pasa, es precisamente la que llevó en sus brazos a esa nueva generación que petulantemente la menosprecia. La hija que, desva.
necida con la frescura de su belleza juvenil, desprecia a su madre, ajada por su crianza y solicitud, es injusta sin duda; y además impróvida; pues por ese camino habrá de pasar a su vez, si le dura la vida. Por lo cual, no tiene razón ninguna de anteponerse o preferirse.
Por eso vemos que, con la moralidad elevada, anduvo siempre uvido, en los pueblos, el respeto a la ancianidad, del cual dieron especialmente memorables ejemplos los aguerridos espartanos. La juventud que menosprecia a la edad provecta, manifiesta un sentido brutal, que sólo se da cuenta de lo presente, olvidando el pasado de que proviene, y po previendo el porvenir que le aguarda indeclinablemente.
Además, el respeto a la edad estriba 139 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.