el juicio del más mediano astrónomo anula ante nosotros los juicios de varios millares de individuos (no sería labor en exceso ardua la de encontrarlos) dispuestos a afirmar que la Tierra no es redonda ni está achatada por los polos. Afortuna.
damente no existe la ley de sufragio universal para certificar la verdad de las teorías astronómi.
cas. Pero existe en política; y el sufragio en política es algo más que un inofensivo dictamen individual; es, sobre todo, facultad de intervenir, mediante la elección de gobernantes, en la dirección de la cosa pública. No importa que la dirección de la cosa pública, que se llama gobierno, implique la técnica, el método, el aprendizaje, la concepción de que se hizo referencia.
Todo ello se lo acuerda a los ciudadanos, espontáneamente, nativisticamente, por el simple hecho de ser ciudadanos, el santo derecho democrático del sufragio libre.
Nada más antagónico a la concepción del derecho que la facultad del sufragio vigente en los Es.
tados modernos, tal como nos le presenta un somero análisis, dentro de toda su brutalidad niveladora, de la serie de inaceptables postulados que encierra, de su misma pugna con las condiciones culturales y particulares de la inmensa mayoría de los ciudadanos, de su misma congénita impracticabilidad; absurdo po que implica la excepcional subversión de un canon criterioló gico aplicable a todos los demás órdenes de actividad humana; inequitativo porque concede poder de autoridad a juicios imposibilitados para tenerla; injusto, en fin, porque no descansa fuera 91 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.