pados hechos, los hombres han inventado doctri.
nas y teorías curiosas; pero ninguna más peregrina, más fantástica, más terriblemente metafí.
sica que esta doctrina del sufragio libre. Piénsese, aunque sea de modo vago, sobre la serie de proposiciones irrealizables en la sociedad contemporánea que da como aceptadas, como susceptibles de práctica e inmediata confirmación.
Todo el mundo admite, por ejemplo, que en cualquier actividad humana, oficio, arte o ciencia, la única opinión autorizada es la del hombre especializado en el oficio, arte o ciencia de que se trate. Por eso no damos más valor al juicio de un matemático sobre comercio de zapatería que al de un zapatero sobre matemáticas. Pero el sufragio libre nos lleva a infringir tan excelente regla de elemental criterio precisamente en un arte tan complejo, tan sutil, tan vital, sobre todo, como el arte de gobernar a los pueblos. Ni más ni menos. Por el sufragio libre se designa los hombres que han de gobernar. Implica, pues, el sufragio libre que todos los ciudadanos del Estado, los sufragantes, poseen una noción suficientemente precisa de lo que significa un buen gobierno. De lo contrario. qué valor podremos conceder a los sufragios respectivos? Si no se admite el valor idéntico de esos sufragios. cómo colocarlos a todos bonita equidad sobre riguroso nivel igualitario?
No se detienen ahí las inauditas exigencias que postula el sufragio libre por parte del votante. la noción precisa del arte de gobernar deberá unirse, si el sufragio ha de ser eficazun conocimiento regularmente profundo de la historia, de la economía, de las necesidades del país. Si no puede opinarse sobre cosas que se 88 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica