Claro es que las naciones y los individuos no prosperan si no aúnan a la concepción real de la existencia, con sus exigencias y luchas, dolores y alegrías, la acción eficiente y sostenida de la voluntad, que modifique la naturaleza, cree recursos para el porvenir y mejore cada día las condiciones materiales del hombre para formar un núcleo social de verdadera civilización, donde toda actividad tenga su asiento y el trabajo sea deidad favorecida, y donde el nivel moral alcance las mayores alturas.
Labor semejante requiere una sólida preparación técnica, el culto de los detalles, desarrollo de las facultades de observación, y por sobre todo un pensamiento dominador, capaz de encauzar las fuerzas dispersas para hacerlas converger a un fin único, cuyo objeto ha de ser siempre el engrandecimiento de la vida. No excluye, como se comprende, una gasa de idealismo esparcida en el conjunto, que dé grata expresión a los detalles rudos y amortigüe en parte el estrépito de la lucha cotidiana, como tampoco la cultura, cuya presencia le servirá de poderosa ayuda al refinar cualidades que harán más productiva la labor, dignificándola y embelleciéndola.
Desgraciadamente ese concepto importado de la América del Norte, sin abarcarlo en todo su significado, ha venido a convertirse en nuestra patria en rémora para el progreso, dando al mismo tiempo una modalidad odiosa a la psicología nacional. Se ha confundido con el más grosero empirismo, con baja lamentable en la pulcritud interior, con amor sórdido al oro, con plebeyez mestiza de sentimientos. Hombre práctico es el que engaña sin caer en las redes de la ley; el que se acoge a las corrientes favorables aunque sacri51 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.