Capitalism

perpetradas suponen un castigo que sólo puede prevenir la posesión de la fuerza.
Esta última consecuencia es de una gravedad extrema; ella impide que el remedio se halle en el mismo mal, como acontece con muchos desórdenes sociales. Las dictaduras no se resuelven por sí mismas. La libertad cura sus males; en cambio la tiranía aumenta a diario los suyos. El dictador busca siempre un expediente para no abandonar el poder; a veces lo encuentra en el consejo de los pedantes que lo rodean, modificando las leyes, alterando las constituciones, creando cargos; otras veces, las menos, acudiendo al acto descarnado, violentamente sincero, de quedarse en el poder; en todos los casos decidido a no ceder una situación que está íntimamente ligada a la propia existencia. La historia enseña que nunca ha abandonado el tirano el puesto usurpado, sino por el puñal del asesino o una dolorosa revolución, no ciertamente remedios definitivos del mal.
Parece, sin embargo, que un nuevo espíritu se hará sentir. El mundo no puede permitir que en la América quede una organización social que solamente sociedades semisalvajes pueden soportar. En las grandes repúblicas del Sur se comprende que es preciso ayudar a la redención de todo este continente, porque, aparte la ética política, lo impone la solidaridad moral de la razón y la situación geográfica. Los Estados Unidos, a su vez, comprenden que sería triste papel mirar impasibles las tiranías que sufren sus vecinos, en el mismo momento en que tanta grandeza adquieren en Europa; sus homores de gobierno saben que si ellos han excluído la posibilidad de revoluciones, por la intensidad de la vida social moderna, del comercio, del capitalismo extranjero, de 49 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.