Sólo la austera castidad del genio evocador de profetas y sibilas, Miguel Angel, le niega obsti.
nadamente un trozo de mármol en sus galerías, un esbozo, una cuartilla de papel consagrada por el contacto de su mano. Entonces, el crapuloso histrión, habitual explotador de la lascivia, la obscenidad y la devoción, refinado y sutil cantor de los sonetos lujuriosos, romancero especial de los burdeles, el escudero del emperador luterano, que se exhibe recorriendo en brillantes cabalgatas la desolada metrópoli del Catolicismo, acusa de impureza el severo buril del estatuario y la divina paleta del pintor; conmina al Obispo de Roma para que haga velar la augusta desnudez del Juicio final y amenaza con la inquisición al gran inspirado, por el crimen de luteranismo. un hombre tan corrompido como éste, le llamaríamos hoy el camorrista, el más pefecto maitre chanteur. Es de tal manera desmesurada su conciencia de la perversión con que ejerce el oficio de despedazar la honra ajena, que recibe conmovido y agradece presuntuoso la cadena de lenguas de oro con punta roja, simulando estar envenenadas, y este exergo lingua ejus loquetur mendacium, que le envía Francisco Es el creador del género camorra, chantage, black mail. El miedo es el principal objeto de su explotación.
La lengua de su siglo es galante, lisonjera; la suya despectiva e impudente. La calumnia escrita, en su tiempo, era peor que una puñalada.
Cosa impresa, cosa cierta. él ponía precio a la calumnia, al silencio y al elogio.
Puede el Aretino renacer; pero el medio propicio a sus victorias no reaparecerá jamás. Cuando la palabra escrita era un claro en la floresta enmarañada, los malhechores de la pluma podían blan43 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.