Y cuando con el querer de la voluntad nacional, genuinamente expresada, se erijan esos principios en fórmulas precisas de gobierno, cuidemos de no desvirtuarlas, de no falsearlas, de no desacreditarlas, porque si tal hiciéramos, no habríamos hecho otra cosa que contribuir a aumentar el egoísmo de todos y a hacer irreparables los males de la patria: que fueron siempre mayores los daños de la hipocresía y la mentira que los de la más descarada tiranía.
EREMITA Sa difamación Ahora, cuando el legislador brasileño tiene miedo a las malas lenguas de la prensa y se ocupa en preservar de ellas nuestra pureza administrativa, es la ocasión de preguntarnos lo que en realidad vale esa trompeta de la injusticia la difamación en boca de los periodistas.
Hubo un tiempo en que la difamación fué en efecto una potencia. Fué antes de que el des.
cubrimiento de Gutemberg llegase a ser lo que hoy es, el sol en el horizonte de la conciencia hu.
mana. Gracias a la ubicuidad de esta luz, cesaron las influencias impalpables y terribles de la mentira. La prensa, multiplicada hasta lo infinito, por el periódico y el diario, ha arrancado a los malhechores de la palabra su antigua tiranía y librado de ella a la inocencia y la virtud.
Bastaría para apreciar lo que fué esa tenebrosa dominación, entresacar de la historia una página. la página de la malignidad por excelencia la 40 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.