no tienen vivo el amor de Dios quienes creen que con dedicarle media hora cada domingo han cum.
plido y vuélvenle la espalda el resto de la semana; ha de perdurar en todas las horas de la vida, en todos los actos, en todos los pensamientos, en todos los trances, venturosos o adversos. De igual manera no hay un solo instante en que el ciudadano pueda olvidar ni dejar de servir a la patria, callada y sencillamente las más de las veces. Necesitan educación cívica en igual medida los hombres y las mujeres, porque tiene la mujer intervención necesaria y legítima en la vida públi.
ca, tanta como el varón, y la mano materna es la única que puede depositar y fecundar en el corazón la simiente del patriotismo. Pero la educación cívica difiere de la educación elemental en que muchos, muchísimos sujetos mueren sin haber hallado ocasión para aplicar ni recordar siquiera cosas que oyeron en la escuela; mientras que la vida ciudadana es para todos ineludible y constante. Por esto la educación cívica no consiste tan sólo en una iniciación de la primera edad; deben proseguirla el ejemplo y la sanción social, de manera que no acaba nunca, no debiera acabar nunca, como tampoco cesa el estrago de olvidarla. El ejemplo digo; porque en efecto, las abnegaciones individuales, los actos patrióticos bien inspirados, justamente dirigidos, además del inmediato provecho, son simiente y estímulo que en los ciudadanos influyen, aunque sea indeliberada o inadvertida su eficacia. De ésta no dudaréis si la medís por el otro ejemplo que se llama escándalo. Ejemplo y escándalo son dos radiaciones paralelas. Cuando los pueblos ven que el afán de dominación lo allana todo, lo señorea todo, lo trastorna todo; cuando ven que, a título 38 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.