Hitler

APUNTES APUNTES 219 extraño, precisamente a mi me a los nacionalsocialistas y aun ersona en situaciones particular.
todos los proscriptos, nada me.
cidas veces objeto de la agitada y de debates interminables lores de Berchtesgaden, de mo ar a las cosas desagradables de satisfacción de haber causado poderoso dictador de los tiemarrar mucho de lo acontecido en a 1940 que vivl en Inglate10 ya a nuestro presente, que casi por igual, con la misma in a radio y la prensa, con idéntiguales preocupaciones. Todos co orgullo en nuestra ceguera pensar adonde nos a conduci bria que acusar. y quién de el derecho de hacerlo? lueFerra fué sólo retraimiento. Aun.
ecio no poder regolfar mi pruri.
abstuve en todos esos años de erro de toda participación franguiado por la errónea idea de terciar en un pals extraño en época. En Austria no habla conseguido nada contra la estolidez de los circulos dirigentes, como podia ensayarlo aquí, en esta isla buena donde me senti huésped, sablendo que si sefalaba basado en nuestro conocimiento más exacto, en nuestra mejor información, el peligro que con Hitler amenazaba al mundo, se interpretaria esa advertencia como una opinión personal e interesada?
Es verdad que a veces era duro apartar los dientes a la vista de errores inconcebibles. Era doloroso ver como una propaganda magistralmente puesta en escena abusaba precisamente de la máxima virtud de los ingleses: su lealtad, su sincero deseo de confiar de primera intención en cualquiera, sin exigir demostraciones probatorias. Se alentaba la reite.
rada ilusión de que Hitler no queria sino atraerse a los alemanes de las regiones fronterizas y que con ello se daria por satisfecho, combatiendo despuéspor gratitud, al bolcheviquismo hasta extirparlo. Ese reclamo surtió inmejorable efecto. Bastaba que Hi tler pronunciase las palabra paz en algún discur.
50, para que los diarios olvidaran con jubilo apasionado todo cuanto venía cometiendo y no volvieran a preguntarse porqué, en realidad, Alemania se armaba tan furiosamente. Los turistas que regresaban de Berlin, luego de haber sido alli conducidos y adulados previsoriamente, ponderaban el orden y a su nuevo maestro, y poco a poco, en Inglaterra, se empezó a encontrarle cierta justificación a su reciamación de una Gran Alemania. Nadie comprendia que Austria era la piedra angular de la muralla, y