APUNTES APUNTES 217 e la pena si se trataba de imra. Pero sinceramente conmoque pudiese. Le dije que, por tir la semana siguiente a Italia, pien intencionados que ocupaentes. Estos, quizá, podrían in. a su favor.
el mismo dia de mi llegada a es hasta que punto el temor se almas. Apenas mencioné el ron cohibidos. Nadie queria te encia para intervenir en el ca. que éste no tenía ninguna Asi pasó del uno al otro. Vol.
jue talvez la desdichada mujer probado todo, hasta lo último.
la probado todo. Quedaba una camino recto, franco: escribir manos estaba la decisión, a esa señora, si su esposo, en vez de ser encerrado en una cárcel, fuera llevado a una de las islas des tinadas a presos, donde mujeres y niños tenian permiso para vivir junto a los desterrados.
Tomé la carta dirigida a Su Excelencia el señor Benito Mussolini, y la eché en un buzón de Salzburgo. Cuatro días después, la Legación italiana en Viena me escribió, manifestándome que Su Excelencia mandaba darme las gracias y comunicarme que había dado cumplimiento a mi pedido y previsto, además, una disminución del plazo de la conde na. Al mismo tiempo, llegó un telegrama de Italia, que confirmó el traslado requerido. De una sola plumada, Mussolini personalmente habla satisfecho mi ruego, y no pasó mucho tiempo, en verdad, sin que indultase al condenado. Ninguna carta me ha causado en todo el transcurso de mi vida igual ale.
gria y satisfacción, y si algún éxito literario recuerdo con particular gratitud, es éste.
ribi una carta verdaderamente mpezar con Ilsonjas, escribi, y te todo debía confesar que no la medida de su empresa. Pesu esposa, qulen, sin lugar a sobre quien recala de igual al castigo. sl su esposo debla cárcel. No trataba de someco ese juicio, pero podia com fa la salvación de la vida de Consideraba más un honor que una vergüenza poder compartir el destino del total aniquilamiento de la existencia literaria en Alemania con contemporáneos tan eminentes como Thomas Mann, Hein.
rich Mann, Werfel, Freud y Einstein y tantos otros, cuya obra tomo infinitamente más en serio que la mía propia, Cualquier ademán de mártir, por otra parte, me repugna a tal grado que sólo a disgusto hago mención de esa mi Inclusión en el destino ge.