216 APUNTES ra, una atenuación de la pena si se trataba de imponérsela desde afuera. Pero sinceramente conmovido, prometi hacer lo que pudiese. Le dije que, por casualidad, debia partir la semana siguiente a Italia donde tenia amigos bien intencionados que ocupa.
ban posiciones influyentes. Estos, quizá, podrian interceder, ocultamente, a su favor.
Hice una tentativa el mismo día de mi llegada a Italia. Pero vi entonces hasta que punto el temor se habla anidado en las almas. Apenas mencioné el nombre, todos quedaron cohibidos. Nadie queria tener que usar su influencia para intervenir en el caso. Todos aseguraban que éste no tenia ninguna posibilidad de éxito. Asi pasó del uno al otro. Vol.
vi avergonzado, porque talvez la desdichada mujer creería que no había probado todo, hasta lo último.
Y, realmente, no había probado todo. Quedaba una posibilidad todavía: el camino recto, franco: escribir al hombre en cuyas manos estaba la decisión, a Mussolini mismo.
Asl lo hice. Le escribi una carta verdaderamente sincera. No quería empezar con lisonjas, escribl, y dije, además, que ante todo debla confesar que no conocia al hombre ni la medida de su empresa. Pero que había visto a su esposa, quien, sin lugar a dudas, era inocente y sobre quien recala de igual modo el peso total del castigo, si su esposo debia pasar esos anos en la cárcel. No trataba de someter a un examen critico ese julcio, pero podia comprender que significarla la salvación de la vida de esa señora, si su es en una cárcel, fuera tinadas a presos, do miso para vivir junts Tomé la carta diri Benito Mussolini, y burgo. Cuatro dias Viena me escribio, celencia mandaba da que había dado cum to, además, una disn na. Al mismo tiempo que confirmó el tra plumada, Mussolini ml ruego, y no paso que indultase al con causado en todo el grla y satisfacción, y do con particular gra Consideraba más poder compartir el de la existencia liter poráneos tan eminen rich Mant, Werfel, cuya obra tono infin mía propia, Cualquie parte, me repugna a hago mención de ese