APUNTES APUNTES 157 an tinte heroico y romántico. La perspectiva de los textos esco en los cuadros de los museos: el e, generosamente en medio del a entera, nada más que una reiunfal. Para Navidad estaremos an los reclutns, sonriendo a sus de 1914.
ursión hacia lo romántico, una viril, así se imaginaba la guerra de 19141 de 1939, en cambio, conocia la engañaba. Sabla que no era roara, Sabia que duraria años y aflos, ble de la vida. Sabia que no se con hojas de encina o con cintas enemigo, sino que se inmovilizaba menas, lleno de pulgas y medio trincheras y cuarteles, y se cala ado desde lejos, sin haber visto cara a cara. Se conocían de antele los diarios y el cinematógrafo, de destrucción técnico diabólicas: ques enormes aplastaban a los Ino, y que los aviones laceraban en sus camas; se sabia que en mundial seria, por obra de la me da, mil veces más baja, más bestial, más inhumana que todas las guerras anteriores de la humanidad. No habla en toda la generación de 1939 un solo hombre que creyera todavia en una justicia de la guerra grata a Dios, y lo que es peor aún: ya no se creia siquiera en la justicia y en la estabilidad de la paz que tal guerra debia conquistar. Porque se recordaba demasiado claramente todos los desengaños que siguieron a la anterior: depauperamiento, en vez de enriquecimiento; amargura lugar de pacificación; carestia, desva.
lorización, revueltas, pérdida de la libertad civil, esclavización al servicio del Estado, la incertidumbre agotadora de nervios, la desconfianza de todos hacia todos.
Esto produjo la diferencia. La guerra de 1939 tenia un sentido espiritual se trataba de la libertad, de la conservación de un bien moral. luchar por algo que tiene sentido, torna al hombre duro y resuelto. La guerra de 1914, en cambio, no sabia nada de los realidades, servia todavía a una ilusión, al sueño de un mundo más justo, mejor, más paci.
fico. sólo la Ilusión, no el saber, da felicidad. Por eso, las victimas de entonces marchaban hacia el Lajo de carnicero jubilosas, embrlegadas, adornadas con flores, y con hojas de encina en el yelmo; por eso las calles retumbaban y brillaban como durante una fiesta