Hitler

APUNTES de tanta ingenuidad como el de conces el pueblo confiaba todavia, autoridades; en Austria, nadie se pensar que a sus ochenta y tres por todos respetado padre de la or Francisco José, hubiera podido a la lucha sin que mediara una que hubiera podido requerir el de su pueblo sin que enemigos criminales, amenazaran la paz alemanes, a su vez, habían leido su emperador zar, mediante los paz; un respeto enorme por los sinistros, los diplomáticos, y por su sinceridad, animaba todavia al estallaba la guerra, ello sólo po.
la voluntad de sus propios estas no podian ser culpables, nadie menor asomo de culpa. Los cri.
zaban a la guerra debían hallarse, Aversario; se empuñaba las armas frente a un enemigo malvado y menor motivo asaltaba a la a la pacifica Alemania. En 1939, nfianza cas religiosa en la honomenos en la capacidad del propio esfumado en casi toda Europa.
recia un total menosprecio desde APUNTES 155 que se había visto con amargura cómo habia trat.
cionado en Versalles la posibilidad de una paz duradera; los pueblos recordaron demasiado claramente con cuánto descaro se les habia engañado con las promesas del desarme y la supresión de la diploma.
cia secreta. En el fondo, no se respetaba ya, en 1939, a ningún estadista, y nadie les confiaba de buena fe su destino. El más insignificante barrendero francês se burlaba de Daladier; en Inglaterra habia desaparecido desde la jornada de Munich. Peace for our time. toda confianza en la amplitud de visión de Chamberlain; en Italia y en Alemania, las masas miraban llenas de angustia a Mussolini y a Hitler. Adónde nos empujará ahora? Es verdad, nadie podia resistirse, estaba en juego la patria; por eso los soldados tomaban el fusil. y las mujeres dejaban marchar a sus hijos, pero ya no como otrora, con la fe inquebrantable de que el sacrificio era inevita.
ble. Se obedecia, pero no se prorrumpla en jubilo.
Los hombres marchaban al frente, pero ya no sona ban con convertirse en héroes. Los pueblos, cada individuo, sabían ya que no eran más que victimas, o de la necedad humana y política, o de una fuerza del destino, incomprensible y malévola.
Y, además. qué sabian de la guerra en 1914 las grandes masas, al cabo de casi medio siglo de paz?
No la conocian, apenas habían pensado alguna en ella. Era una leyenda, y la distancia, precisa BIBLIOTECA NACIONAL