APUNTES APUNTES 149 mido y enseguida me avergoncé lidad. Pero con reporado positiO se hubiera podido descubrir ni dad, murmuró, contemplando su o de asentimiento: Luego titubeo. Solo aqui, Un momento!
de entrecasa, se puso el guardauna espátula y con un golpe el hombro la suave piel que pair. Nuevamente dio un paso atrás. musitó. realzado el efecto mediante un espués ya no hab Avanzaba, a la figura a través de un espejo, sonidos Ininteligibles, modificaba, ada, amablemente distraida durante anse ahora con brusquedad extrataberse agrandado y rejuvenecido.
a con toda la pasión y la fuerza esado cuerpo; cada vez que daba paso hacia adelante o hacia atrás, o él no lo oia. No notaba que a un hombre joven silencioso, con rganta, dichoso de poder observar tro sin Igual durante la labor. Se apletamente de mí. Yo no existia ba la figura, la obra, y detrás de isión de la perfección absoluta.
Así transcurrió un cuarto de hora, media hora, no sé cuánto tiempo. Los grandes momentos siempre permanecen má al del tiempo. Rodin estaba tan abismado en su tarea que ningún trueno le hubiera despertado. Sus movimientos eran cada vez más ásperos, casi más furiosos. Una suerte de ferocidad embriaguez le habla sobrevenido; trabajaba más y más rápidamente. Luego las manos se volvieron más titubeantes. Parecia haber reconocido que nada les quedaba por hacer. Una vez, dos, tres veces retrocedió, sin retocar más. Entonces dijo algo con una voz que se perdió entre su barba, y con la delicadeza con que se coloca un echarpe en el cuello de una mujer querida, envolvió la figura con los trapos. Respiro hondamente y aliviado. Su figura parecia tornarse nuevamente más pesada. El fuego se había extinguido. ocurrió lo para mi incomprensible, la gran leccion: se quitó el guardapolvo, recogió el saco de entre casa y se dispuso a mar.
charse. Se habia olvidado de mi totalmente en esa hora de suprema concentración. Ya no sabia que un hombre joven, a quien el mismo condujo al taller para enseñarle sus obras, habia permanecido detrás de él, con la respiración retenida, inmóvil como una estatua Se encamino hacia la puerta. Cuando iba a cerrarla, me descubrió y se quedó mirándome de hito en hito, casi disgustado. quién era ese joven intruso