148 APUNTES salió del pecho oprimido y enseguida me avergoncé de semejante trivialidad. Pero con reposado positivismo, en el que no se hubiera podido descubrir ni tin asomo de vanidad, murmuró, contemplando su propia obra, en tono de asentimiento. est ce pas. Luego titubeo. Solo aqui, en el hombro. Un momento!
Se quitó el saco de entrecasa, se puso el guardapolvo blanco, tomó una espátula y con un golpe magistral alisó en el hombro la suave piel que parecia respirar y vivir. Nuevamente dio un paso atrás. después aqul musito. otra vez quedó realzado el efecto mediante un detalle minimo. Después ya no habló. Avanzeba, volvia atrás, miraba la figura a través de un espejo, rezongaba, y emitia sonidos ininteligibles, modificaba, corregia. En su mirada, amablemente distraida durante el almuerzo, movianse ahora con brusquedad extrafilas luces; parecia haberse agrandado y rejuvenecido.
Trabajaba, trabajaba con toda la pasión y de su robusto y pesado cuerpo; cada vez que daba con vehemencia un paso hacia adelante o hacia atrás, crujía el piso. Pero él no lo ole. No notaba que a su espalda estaba un hombre joven silencioso, con el corazón en la garganta, dichoso de poder observar a semejante maestro sin igual durante la labor. Se habia olvidado completamente de mí. Yo no existia para él. Sólo estaba la figura, la obra, y detrás de ella, invisible, la visión de la perfección absoluta.
ΑΣ Así transcurrió un sé cuánto tiempo. Le permanecen más al abismado en su tarea despertado. Sus mov ásperos, casi más fur o embriagu le habri y más rápidamente, más titubeantes. Para les qued. ba por hacer retrocedió, sin retoca una voz que se pe delicadeza con que se de una mujer queria trapos. Respiro hond Parecia tornarse nuevo se habla extinguido.
prensible, la gran lecc recogió el saco de er charse. Se habia olvie hora de suprema cone hombre joven, a quie para enseñarle sus ob de él, con la respiraci estatua.
Se encamino hacial me descubrió y se hito, casi disgustado: fuerza