APUNTES 142 APUNTES AYER DO DE de STEFAN SWEIG elección de e. Ver cuadernos Oro) RODIN aeren se produjo cierto dia una storiador del arte, quien se lamenhabía pasado el tiempo de la pintura grandes. Lo contradije estaba Rodin entre nosotros, or, no se quedaba a la zaga de ores del pasado? Empecé a enucomo casi siempre que se lucha Sn, cai en un impetu casi iracundo.
anciano me pregunto si no quería ver su verdadero estudio, en Meudon, y hasta me invitó a su mesa.
Haba recibido la primera lección: que los grandes hombres slempre son los más bondadosos.
La segunda me enseño que en su vida son casi siempre los más sencillos. En casa de este hombre, cuya fama llenaba el mundo, cuyas obras nuestra generación tiene presente, trazo por trazo, como los de los mejores amigos, se comía tan simplemente como en casa de un campesino medio, buena carne sabrosa, unas cuantas aceitunas y fruta jugosa, y para acompañarlas, un recio vino de la tierra. Esto me infundió mayor valor, y al final hablé de nuevo sin ambajes, como si ese hombre viejo y su mujer me hubieran sido familiares desde hacia muchos años.
Después del almuerzo pasamos al taller. Era una sala espaciosa que reunía copias de sus obras más significativas, pero entre éstas yacian o levantábanse centenares de preciosos estudios de detalle una mano, un brazo, las crines de un caballo, una oreja de mujer; en su mayoria sólo modelados en yeso.
Recuerdo todavía muchos de esos esbozos formados únicamente para el propio ejercicio. Finalmente, el maestro me condujo hasta un pedestal, donde unos trapos humedecidos ocultaban su última obra, un retrato de mujer. Aparto el género con sus pesadas y arrugadas manos de campesino y dio un paso atrás. Profert sin querer un Admirablel. que me e tanto a Rodin, deberia, en verjo finalmente Mañana le visi1 te agrada, te llevaré.
No pude dormir de alegria. Pero me atraganto la palabra. No lo.
arle y permaneci entre les estatuas Por modo extraño, esa perpleji.
gustarle, pues al despedirnos, el