452 APUNTES tores de las empresas. Quisieran rendir jornadas de trabajo honrado; pero los sindicatos lo impiden. Na.
da expresa mejor el modo de pensar de estos obreros que las siguientes palabras de un fornido vigilante que se paseaba, con la tercerola colgada del hombro, en un astillero de San Francisco de California. Mire usted me dijo. soy mecánico; ingre.
sé como ayudante de maquinista. Figúrese mi sor.
presa cuando me enteré de que los ayudantes no podíamos tocar las herrainientas. Todo mi trabajo consistía en vagar de un lado a otro y cobrar 95 centavos por hora, por no hacer nada. Así que pedi el traslado a este trabajo. Por lo menos no me remuerde la consciencia por no hacer nada con esta tercerola!
Aunque los convenios generales no especifican la imposición de ayudantes, son muchos los sindica.
tos profesionales locales que exigen un ayudante para cada oficial. Pero estos mismos sindicatos prohiben a los ayudantes servirse de herramientas.
Hallándome una vez en cierto taller de mecánica, vi un charco de aceite. El maquinista habló a su ayudante que estaba mano sobre mano; pero obediente a las disposiciones del sindicato, salió en busca de un peón que fue quien limpió el aceite mientras maquinista y ayudante contemplaban ociosos la faena,