APUNTES 429 raba. En una Universidad como la nuestra de Viena, con sus seis o siete mil estudiantes, cuyo exceso de alumnos impedía el tan fructifero contacto personal entre profesores y estudiantes y que, además, debido a una fidelidad exagerada para con la tradición, habia quedado a la zaga de la época, no conocí un solo hombre que hubiera podido fascinar por su ciencia.
Por este motivo, el criterio verdadero a que subordinaba mi elección no averiguaba qué materia me preocuparía más interiormente, sino al contrario, cual de ellas representaria para mí la menor carga y me de.
jaría el máximo de tiempo y libertad para dar pábulo a mi pasión verdadera. Me decidi finalmente por la filosofia o más propiamente dicho por la filosofía exacta. según se la llamaba en Viena de acuerdo con la norma antigua. pero de ningún modo por un llamado interior, ya que mis facultades para el pensamiento puramente abstracto son escasas. Las ideas se desarrollan en mi, sin excepción, en objetos, acaecimientos y figuras; todo lo netamente teórico y metafísico me es inaccesible. Pero en aquella mate.
ria lo meramente elemental era reducidísimo, y en la filosofía exacta resultaba más fácil que en cual.
quier otra Facultad eludir la asistencia a los cursos y seminarios. Todo lo que hacía falta, era presentar al final del cuarto año una tesis y someterse a un examen único. Me preparé, pues, de antemano una distribución del tiempo: durante tres años, no me