422 APUNTES do estudiante secundario, consiguió en su ciudad de provincia los poemas de Mallarmé, que la literatura oficial a la sazón tampoco conocía. entonces convino conmigo. La gente joven descubre sus poetas, porque, en realidad, quiere descubrirlos.
Esta descripción, cabalmente ajustada a la verdad, de nuestra premadurez literaria, podría talvez inducir a la idea de que la nuestra fue una clase maravillosa y excepcional. Pero no lo era en absoluto.
En una docena de escuelas vecinas podía observarse en aquel tiempo en Viena el mismo fenómeno de idéntico fanatismo e igual aptitud prematura. Esto no podía ser obra de la casualidad. Fue una atmósfera singularmente afortunada, condicionada por el humus artístico de la ciudad, el tiempo no político, la cons.
telación pujante de la nueva orientación espiritual y literaria de la vuelta del siglo, que en nosotros se alió químicamente a la voluntad inmanente de producir, que en verdad caracteriza, casi obligadamente, esa altura de la vida. En la edad de la pubertad, lo poético o el impulso hacia lo poético invade prácticamente a todos los jóvenes, si bien en verdad nada más que como una ola fugaz, y rara vez esa inclinación sobrevive a la juventud, ya que es de por