APUNTES 419 incluso confieso que aun hoy no puedo reprimir cierta envidia cuando veo cuánto más feliz, libre e independiente puede desarrollarse la infancia en este siglo. Aun me parece algo increíble cuando observo hoy a los niños que hablan con sus maestros, exentos de prevenciones y casi de igual a igual; que corren al colegio sin ningún temor, mientras nosotros siempre ibamos con una constante sensación de insufi.
ciencia; que pueden confesar francamente, lo mismo en su casa que en el colegio, sus deseos e inclinaciones con alma joven y curiosa; seres libres, independientes, naturales, en tanto que nosotros apenas entrábamos en la casa odiada, debíamos como quien dice recogernos en nosotros mismos para no golpear la frente contra el yugo invisible. La escuela era para nosotros obligación, tedio, aburrimiento, un lugar donde había que incorporarse en porciones exactamente medidas la ciencia de lo que no vale la pena saber. materias escolásticas o aderezadas al estilo escolástico, con respecto a las cuales sentíamos que no tenían relación alguna con el interés real ni con el nuestro propio. Fue un modo de aprender hosco, yermo, no por amor a la vida sino por amor al aprendizaje, lo que nos impuso la vieja pedagogia. el único momento dichoso verdaderamente alado que debo a la escuela, fue el día en que sus puertas se cerraron para siempre con un golpe detrás de mí.
No es que nuestras escuelas austriacas hubie.