388 APUNTES una tras otra, como el niño que va silbando a través de la obscura selva para hacer creer que no tiene miedo. Diecinueve años tenía Schubert cuando como puso la música. para el Erlkönig de Goethe y se la envió con una humilde dedicatoria. Nunca perdonaré al más grande poeta de los tiempos modernos el no haber contestado por lo menos una sola palabra de agradecimiento al hombre que había hecho inmortal su poema, mientras hallaba el tiempo necesario para escribir largas cartas de gracias a Zelter por su me: diocre música. El gusto de Goethe en música era tan pobre como su gusto en arte; pasó un año en Italia sin comprender nada del arte gótico; la serena be.
lleza de los primitivos le era ininteligible; eran Car.
los Dolci y Guido Reni sus ideales. Hasta las obras maestras del puro arte griego le dejaban indiferente, el Apolo de Belvedere era su favorito. Schubert no vió nunca el mar, pero ningún compositor, ningún pintor, ningún poeta, salvo Homero, nos ha hecho comprender como él su tranquilo esplendor, su mis.
terio y su cólera. No había visto nunca el Nilo, pero los primeros compases de su maravilloso Memnon podrían haber resonado en el templo de Luxor. Muy poco sabia de la literatura helénica, fuera de lo que hubiera podido contarle su amigo Meyerhofer, pero su Greugen der Menschleit, su Prometheus, su Ganyméde, su Fragment aus Aeschylus, son obras maestras dig.
nas de la edad de oro de la Hélada, Nunca fue ama.