APUNTES 379 me La Chapelle y Madame Boivin escribieron interminables libros de enfermedades de las mujeres, bastante medianos todos ellos. Durante los siglos XVII y XVIII había varias profesoras en las célebres universidades italianas de Bolonia, Pavía, Ferrara y Ná.
poles. Pero nunca hicieron progresar la ciencia que cultivaban; precisamente por haber dejado la obstetricia y la ginecología en manos de las mujeres, estas dos ramas de nuestra profesión han permanecido tán.
to tiempo en un retraso irremediable. El progreso comenzó cuando fueron confiadas a los hombres. Aun hoy, ninguna mujer, al ver en peligro su vida o la de su hijo, se fiaria de un médico de su sexo.
Mira la música. Todas las señoras del Renaci.
miento tañían el laúd, y más tarde el arpa y el clavicordio. Desde hace un siglo todas las muchachas de la sociedad estudian el piano, pero hasta ahora no conozco ninguna composición notable de una mujer; no sé de ninguna mujer que pueda ejecutar a mi gusto el Adagio sostenuto de la obra 106 de Bee.
thoven. Muchas son las señoritas que se dedican a la pintura, pero, que yo sepa, no hay en Europa ningún museo que contenga un cuadro de primer orden firmado por una mujer, excepto, quizá, Rosa Bonheur, que tuvo que afeitarse el mentón y vestirse de hom.
bre.
Uno de los más grandes poetas de los tiempos antiguos fue una mujer. De la guirnalda que circun