APUNTES 367 bras de resignación que de esperanza. En verdad, se equivocaba torpemente. Al contrario, aquellas Hermanas, jóvenes y viejas, eran invariablemente alegres y felices, propensas a las bromas y a las risas infan tiles, y sabían comunicar a los demás su felicidad.
Eran también tolerantes, Creyentes y ateos eran iguales para ellas. Casi parecían más ansiosas de ayudar a estos últimos, porque sentían gran compasión por ellos y no mostraban ninguna señal de resentimiento por sus injurias y sus maldiciones. Qué exquisitamente amables y amistosas eran conmigo! Sabían que no pertenecía a su religión, que no me confesaba ni hacia la señal de la cruz al pasar por delante del pequeño altar. Al principio, la Madre Superiora había hecho alguna timida tentativa para convertirme a la fe que le había inducido a sacrificar su vida por los demás, pero pronto abandonó la idea, moviendo con piedad su anciana cabeza. También el amable y viejo Padre perdió toda esperanza de salvar mi alma desde que le dije que tenía mucho gusto en discutir con él acerca de la posibilidad de un purgatorio, pero que me negaba en absoluto a creer en el infierno, y que, en todo caso, estaba decidido a inyectar morfina a grandes dosis a los moribundos, cuando fuese demasiado cruel y larga su agonía. El viejo sacerdote era un santo, pero no eran su fuerte las discusiones, y pronto abandonamos por completo ta.
les temas de controversia,