364 AUPNTES todo, una autobiografía, empiezo a creer, južgando por su venta, que el modo más sencillo de escribir un libro sobre sí mismo consiste en pensar en los otros; no hay más que sentarse cómodamente y mirar hacia el pasado con los propios ojos ciegos. Mucho mejor aún, tenderse en la hierba sin pensar en nada, pero permaneciendo a la escucha. Poco a poco, el lejano rumor del mundo se extingue, los bosques y los prados empiezan a cantar con puras voces de pájaro, buenos animales se aproximan para contar sus alegrías y sus dolores con sonidos y palabras inteligibles y, cuando todo está silencioso, hasta las inanimadas cosas circundantes empiezan a susurrar en nuestro sueño.
Llamar a este libro, como alguien ha hecho, las memorias de un médico, me parece aún más impropio. Su simplicidad, su descarada franqueza, su mis.
ma lucidez, se adaptan poco un subtitulo tan pomposo. Cierto que un médico tiene, como cualquier otro ser humano, el derecho de distraerse y hasta de reírse de sus colegas, si está dispuesto a correr tal riesgo; pero no tiene derecho a reírse de sus enfer.
mos. Llorar con ellos es aún peor, un médico llorón es un pobre médico. Un viejo doctor, antes de deci.
dirse a escribir sus Memorias debe pensarlo mucho.
Es mejor que guarde para sí cuanto ha visto de la vida y de la muerte. Es mejor que no escriba nin.
guna Memoria y que deje a los muertos en paz y a