328 ARPUTES baile dado en el Teatro Nacional. Qué honra para nuestro antiguo y feo teatro, el de los gratos recuer: dos de la niñez y la adolescencia de nosotros los pobres viejos de hoy día!
Del cronista se podría decir que, desde cierto panto de vista, era afortunado, pues caía en gracia al Gobierno; podia repetir el refrán español aquel que dice: Fortuna te dé Dios, hijo, que el saber poco te basta. Lo que debía amargarle su dicha eran las finas burlas de Proaño a que él deba pie cada vez que publicaba algo de su propia cosecha.
Los aleros que circundan las veredas de las calles, frase del señor González hecha no recuerdo con re.
lación a qué, si de los aleros o de las veredas, sirvió a Proaño para un sabroso comentario, que nos proporcionó un buen rato, y sin el cual, a la verdad, muchos no habríamos ni medio comprendido lo que con ella se había intentado expresar. Acaso sabía.
mos que a las aceras de las calles se les dijera en otros países americanos de habla castellana, veredas?
El señor González publicaba también versos, como el siguiente: La mar es cosa profunda; no es como estero de valle ni como acequia de calle que apenas la planta inunda.
Proaño lo repetía como un estribillo, tanto que