268 APUNTES Si los abogados son tan diversamente valorados, debe haber su motivo. Este motivo puede encontrarse, no ya en la profesión, sino en las personas que la ejercen; un poquito en el hecho de que, debiendo el abogado, para tutelar los intereses de unos, dañar los de otros, la abogacía tiene que aparecer a través de las dos facetas de la ofensa y de la defensa; y otro poco, en fin, en la gran participación de los abogados en la política, que los envuelve en sus odios y en sus simpatías.
Pero la abogacía, de por sí. qué tendencias del ingenio y qué estados morales reconoce co.
mo más adecuados. Con cuáles sentimientos, se acuerda cómo educa la mente y el corazón?
Ante todo conviene distinguir el abogado penalista del civilista. Estas dos ramas de la abo.
gacía divergen profundamente y aun llegarán quizá a formar dos profesiones distintas. La cultura que importa al penalista es bien diferente de la que importa al civilista. Quien debe defender al ladrón, al concusionario, al asesino, urge que conozca más el corazón humano, las pasiones, el ambiente social donde el delito nace y se cumple, que las pandectas y el derecho canónico, importantes para quien deba discutir contratos, sucesiones, etc.