APUNTES 267 tuno que fueran numerosas, ofreciéndonos elementos para elegir el amigo, el esposo, el administrador, el representante en la Cámara, el estadista, y librándonos de los errores y prejuicios que nos hacen exaltar y admirar ciertas profesiones.
Los abogados, contemporáneamente, son tenidos por la opinión, en grande o en escasa estima.
El hombre de leyes es para el pueblo al menos en Italia algo de superior. Los abogados se encuentran en mayoría en los consejos municipales, en los parlamentos, en todas las adminis.
traciones. no sucede esto únicamente porque los abogados persigan más tales cargos o estén más desocupados o porque entre la abogacía y tales oficios existan trabazones más estrechas: es que de veras el título de abogado es más sugestivo.
Por otro lado, no se escatiman a los abogados los epítetos más injuriosos, haciendo a menudo de intrigante y abogado una sola cosa. Tal desprecio es de fecha vieja. Woltermann intituló un libro nada menos que De nequitia advocatorum.
Napoleón quería «echar los abogados al río. Ariosto, Pacini, Voltaire y otros literatos y filósofos los cubrieron de contumelias: Latrator, togatulus, formularius, etc. fueron los apodos obsequiados.