APUNTES 263 mi propio nombre, lo entregué a los Archivos Nacionales.
No cerró las puertas de entrada al edificio el Lic. Montero, según me dijo, en atención a que allí habitaba el viejo conserje don Simón Vargas con su familia; pero sí guardó las llaves de la Biblioteca. Para averiguar el paradero de ellas, le pareció más propio a cierto Secretario de Estado, no enviar a pedírmelas, sino levantar una información policiaca como si se tratara de un hurto. Me hicieron comparecer ante un Agente Principal de Policía para que diese mi declaración como indiciado. En seguida cambió la táctica respecto al Lic. Montero: comisionó nada menos que al Gobernador de esta provincia, Lic.
don Francisco María Fuentes, para que le rogara que las entregase, lo que hizo don Félix a cambio de un documento en que consignó lo que tuvo por conveniente, suscrito por el Gobernador.
Alguien me dijo que no había sido el señor Se cretario de Instrucción Pública el autor del procedimiento contra mí dirigido, y lo creí, pues él era incapaz de ordenar semejante cosa, que acusaba pequeñez de ánimo.
En la legislatura de 1890, cambiado el personal del Gobierno y por iniciativa del Lic. Montero, a la sazón Diputado, el Congreso integrado en parte por los antiguos Diputados derogó el decreto de abolición de la Universidad, dispuso restablecerla y entregarle su edificio y los otros