230 APUNTES don Miguel Saravia, secretario de Morazán, joven muy estimado por sus prendas y fino trato, quien se suicida en la creencia de que va a correr igual suerte que aquéllos.
El espectáculo de la muerte de un semejante, aun acaecida en condiciones normales, nos contrista siempre; pero cuando ella es obra del hom.
bre nos horroriza y anonada; que no hay cosa más horrible en el mundo que el hombre convertido en instrumento de destrucción y muerte! Y, sin embargo, tal es el fenómeno diario. Una vez desencadenadas las pasiones feroces, con razón o sin ella, es casi imposible, dada nuestra organización imperfecta, impedir que nos lleven a los extremos que la reflexión califica de malos. Jamás podrá el corazón bien conformado aprobar la muerte del enemigo vencido, por grandes que sean sus faltas. Por eso, sin dejar de explicarnos el hecho, deploramos que a la campaña justísima emprendida por el pueblo de Costa Rica contra Morazán y su gente, y tan felizmente terminada, siguiese el cadalso político, mil veces maldito y no abolido todavía por los pueblos que blasonan de civilizados.
Morazán, hombre de reconocidas y celebradas dotes y digno por cien títulos de larga vida, acabó su existencia de modo tan lamentable, tras del fracaso de sus planes en Costa Rica, cuyos derechos, ciego o mal aconsejado, holló en hora aciaga.